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La caída del hombre, la caída de Adán, o simplemente la caída, es un término utilizado en el cristianismo para describir la transición del primer hombre y la primera mujer de un estado de obediencia inocente a Dios a un estado de desobediencia culpable.[1] La doctrina de la Caída proviene de una interpretación bíblica del Génesis, capítulos 1-3.[1] Al principio, Adán y Eva vivían con Dios en el Edén, pero la serpiente los tentó para que comieran el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, que Dios había prohibido.[1] Después de hacerlo, se avergonzaron de su desnudez y Dios los expulsó del Jardín para evitar que comieran del árbol de la vida y se convirtieran en inmortal.[1]
Para muchas denominaciones cristianas, la doctrina de la Caída está estrechamente relacionada con la del pecado original. Creen que la Caída introdujo el pecado en el mundo, corrompiendo todo el mundo natural, incluida la naturaleza humana, haciendo que todos los humanos nacieran en pecado original, un estado del que no pueden alcanzar la vida eterna sin la gracia divina. La Iglesia ortodoxa acepta el concepto de la Caída, pero rechaza la idea de que la culpa del pecado original se transmita de generación en generación, basándose en parte en el pasaje de Ezequiel 18:20 que dice que un hijo no es culpable de los pecados de su padre. Los protestantes calvinistas creen que Jesús dio su vida como sacrificio por los elegidos, para que puedan ser redimidos de su pecado. El lapsarianismo, entendiendo el orden lógico de los decretos de Dios en relación con la Caída, es dividido por algunos calvinistas en supralapsariano (prelapsariano, pre-lapsariano o antelapsariano, antes de la Caída) e infralapsariano (sublapsariano o postlapsariano, después de la Caída).
La narración del Jardín del Edén y la caída del hombre constituye una verdad bíblica compartida por todas las religiones abrahámicas,[1] con una presentación más o menos simbólica de la moral y las creencias religiosas judeocristianas,[1][2] que tuvo un impacto abrumador en los roles de género y las diferencias entre los sexos tanto en el mundo occidental como en el islámico.[1] A diferencia del cristianismo, el judaísmo y el islam no tienen el concepto de "pecado original" y, en cambio, han desarrollado otras interpretaciones diferentes del relato del Edén.[1][3][4]